domingo, 23 de febrero de 2014

Complejo arquitectónico: CUALTOS



Como un sendero que empeñoso se abre paso hacia el conocimiento, el Campus Tepatitlán de la Universidad de Guadalajara se aferra a la topografía, sin perturbar la agreste soledad de este paraje alteño situado al Norte de la ciudad.
Desde la autopista de Los Altos que se extiende a su vera en amplitud de perspectivas, se miran los sinuosos corredores que enlazan las ringleras de aulas que ora se pierden en la cercana lejanía, ora se disimulan en las ondulaciones de pradales y colinas, donde la naturaleza virgen se asoma a los salones de clase, y las risas de los estudiantes armonizan con el canto de los cenzontles, en suave equilibrio que invita al estudio y la meditación.

Jamás un campus universitario que aspira a las alturas de la sabiduría, se apegó tanto al terreno, como un símbolo para quienes en sus claustros se preparan para servir a su patria chica y a México.

Naturaleza silvestre y raciocinios filosóficos sutiles, en apasionado contraste que sintetiza la manera de ser de los alteños; aspiración a lo sublime, temperada por un amor entrañable a las cosas de su tierra. Aquí y allá las líneas audaces del concreto muestran su pragmática sencillez, que sin romper la sintonía con el paisaje y los materiales de la localidad, añaden un toque de atinado modernismo a la comunidad estudiantil, que acepta la globalidad, pero se nutre de principios ancestrales.
Campus Tepatitlán de la U de G: ingenio de la mente humana en continuada comunicación con su entorno; ni éste distrae ni el otro desentona. Unidad y diversidad en una conjunción que envidiarían las más encumbradas universidades del planeta.

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